Liah enciende su cigarrillo. Lo fuma despacito. Recuerda lo que ha pasado venticuatro horas antes, a esa misma hora, las tres y cuarto.
-No sabes lo que estas haciendo.
+¿Quién eres tu para decirme lo que sé y lo que no sé?
-Intento hacerte abrir los ojos.
+¿Te crees que sigo mirando la vida como películas de Walt Disney?
-No. Creo que estas destrozando tu vida.
+Sé perfectamente lo que hago, no necesito tu ayuda. Gracias, y adiós.
Liah siempre fue la seria, la consciente, y Bea la insconsciente. La divertida, la loca, la que hace las cosas sin pensar. Liah siempre quiso ser como Bea. Pero ahora su hermana solo puede darle pena.
Con rabia, fuma cada palabra que se dijeron por teléfono. Esa discusión que no sirvió de nada discutir. Porque todo seguirá igual. Bea morirá con su vicio. Y con ella, morirá el alma de Liah.
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